domingo

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN (26) - CARLOS CASTANEDA


PRIMERA PARTE  “LAS ENSEÑANZAS”


III (10)

Jueves, 23 de noviembre, 1961 (3)

Me entregó la pipa, pero sin soltarla. Alargué hacia ella el brazo derecho.

-Con las dos manos -dijo él.

Toqué la pipa con ambas manos durante un momento muy breve. No me la acercó lo suficiente para asirla, sino sólo lo bastante para tocarla. Luego la apartó.

-El primer paso es que la pipa te guste. ¡Eso lleva tiempo!

-¿Puedo yo disgustar a la pipa, don Juan?

-No. No puedes disgustarle, pero debes aprender a que te guste para que, cuando te llegue la hora de fumar, la pipa te ayude a no tener miedo.

-¿Qué fuma usted, don Juan?

-¡Esto!

Abrió el cuello de su camisa dejando ver una bolsa que llevaba colgada como un medallón. La sacó, la desató, y con mucho cuidado virtió parte del contenido en la palma de su mano.

Hasta donde pude ver, la mezcla parecía hojas de té finamente deshebradas cuyo color variaba del café oscuro al verde claro, con unas cuantas pizcas de amarillo brillante.

Reintegró la mezcla a su bolsa, cerró la bolsa, la ató con una trilla de cuero y la puso nuevamente bajo su camisa.

-¿Qué clase de mezcla es?

-Lleva muchas cosas. Conseguir todos los ingredientes es empresa muy difícil. Hay que viajar lejos. Los honguitos que se necesitan para preparar la mezcla crecen sólo en ciertas épocas del año, y sólo en ciertos sitios.

-¿Tiene usted una mezcla diferente para cada tipo de ayuda que necesita?

-¡No! Sólo hay un humito, y no hay otro como él.

Señaló la bolsa colgada contra su pecho y alzó la pipa que descansaba entre sus piernas.

-¡Estas dos son una! Una no puede ir sin la otra. Esta pipa y el secreto de esta mezcla pertenecían a mi benefactor. A él se los entregaron en la misma forma en que mi benefactor me los dio a mí. Aunque la mezcla es difícil de preparar, uno puede volver a abastecerse. El secreto está en los ingredientes, y en la manera como se tratan y se mezclan. En cambio, la pipa es para toda la vida. Debe tratársela con cuidado infinito. Es resistente y fuerte, pero nunca hay que golpearla ni hacerla rodar de aquí para allá. Hay que manejarla con las manos secas, nunca cuando las manos están sudadas, y nada más debe usarse cuando se esté a solas. Y nadie, absolutamente nadie debe verla nunca, a menos que uno quiera dársela a alguien. Así me enseñó mi benefactor, y así he tratado la pipa toda mi vida.

-¿Qué pasaría si usted perdiera o rompiera la pipa?

Meneó la cabeza, muy lentamente, y me miró.

-¡Me moriría!

-¿Son como la suya todas las pipas de los brujos?

-No todos tienen pipas como la mía. Pero conozco algunos que sí.

-¿Puede usted mismo hacer una pipa como esta, don Juan? -insistí-. Suponga que no la tuviera: ¿cómo podría darme una si quisiera?

-Si no tuviera la pipa, no podría ni querría darla. Te daría cualquier otra cosa.

Parecía algo hosco conmigo. Metió con mucho cuidado la pipa en la funda, que debía de estar forrada de algún material suave, pues la pipa, que encajaba con justeza, se deslizó fácilmente al interior. Don Juan entró en la casa para guardar su pipa.

-¿Está usted enojado conmigo, don Juan? -le pregunté cuando volvió. Pareció sorprenderse de mi pregunta.

-¡No! ¡Nunca me enojo con nadie! Ningún ser humano puede hacer nada lo bastante importante para enojarme. Uno se enoja con la gente cuando siente que sus actos son importantes. Yo ya no siento eso.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+