domingo

ESTUDIANTINA (3) - RICARDO AROCENA


Los organismos internacionales, el conflicto educativo, el Presupuesto Nacional, los estudiantes, los trabajadores y algunos hitos en la historia de la Universidad de la República, en su relación con la sociedad uruguaya.

EL SIGLO XX

Como vemos, la Universidad en nuestro país, resuelve en forma peculiar el complejo nudo de contradicciones que en su seno se expresaban y emerge de cara al siglo XX como una institución que se muestra en condiciones de dar respuesta al impetuoso desarrollo de la sociedad.

Repasemos, aunque sea brevemente, la situación nacional en el primer tercio del siglo XX. En primer término se estructura una política de corte estatista, que procuraba nacionalizar monopolios de empresas extranjeras que exportaban sus ganancias, con el objetivo de orientar la administración del Estado con un sentido de utilidad social. En segundo lugar se impulsa una política proteccionista que consolida cierto “nacionalismo económico” y en tercer lugar es creada una ambiciosa legislación en materia laboral.

Más allá de los muchos “peros” que se pueda hacer del proyecto económico, social y político al que asistía el país por aquel entonces, lo concreto es que va consolidándose un “Estado de Bienestar” que logró desarrollarse, entre otras razones, porque existió una Universidad que generó cuadros que participaron activamente en la gestación de aquella propuesta nacional.

Aquellas décadas asisten al perfeccionamiento del aparato administrativo del Estado, con la creación de la Oficina de Catastro, la Dirección de Saneamiento, la Dirección de Hidrografía, los Institutos de Química Industrial, de Geología y Perforaciones, de Pesca, Fitotécnico y el “Semillero La Estanzuela”, entre otros. En el plano financiero se nacionaliza el Banco República, el Hipotecario y se crea el Banco de Seguros.. En lo económico, y para apreciar la magnitud de las transformaciones, el Estado comienza a incursionar en materia de energía eléctrica (creando la Usina Eléctrica del Estado, UEE, precursora de la actual UTE), en transporte, telégrafo, pesca, etc.

En el ámbito de lo social, es aprobada la ley de 8 horas, el trabajo nocturno en determinadas actividades es prohibido y se fijan normas de descanso semanal, a la vez que son creadas oficinas de trabajo y regulaciones de contrato laboral e impulsadas propuestas en materia de seguridad social que son prematuras no solamente en América Latina sino también con respecto a varios países europeos. Paralelamente asistimos a la disminución del papel de la Iglesia, a la modificación de la organización matrimonial, a la promulgación de leyes de divorcio, a la eliminación del juramento religioso de los legisladores y en definitiva, a la separación de la Iglesia del Estado, lo cual se concretará, sin demasiada polémica, en la reforma constitucional de 1917.

El primer tercio del siglo XX también asiste a cambios asombrosos en materia de educación superior, que inician con la creación de numerosos edificios universitarios y de varias nuevas facultades. Se concreta además la laicidad en materia educativa, en tanto que la Universidad en 1808 conoce una nueva Ley Orgánica, por la cual adquiere autonomía administrativa en lo técnico y un gobierno totalmente electivo con representación estudiantil indirecta. Para calibrar en toda su dimensión esto último, habría que señalar que la nueva carta universitaria anticipa en diez años los postulados más importantes de la Reforma de Córdoba.

Son tiempos en los que la Universidad abastece con cuadros y técnicos que posibilitan el funcionamiento tanto de la superestructura estatal, como el desarrollo del conocimiento técnico y científico. Podría decirse que por aquel entonces las relaciones de producción predominantes acompañaban el impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas y que en ese marco el proyecto de Universidad liberal se correspondía con el país liberal que era impulsado en el plano político.

UNIVERSIDAD Y CULTURA

Descollaba en el plano cultural la denominada “generación del 900”, que contaba con Julio Herrera y Reissig, Horacio Quiroga, Florencio Sánchez, José E. Rodó, Carlos Reyles, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, a quienes en la segunda década se les unirán Justino Zabala Muniz, Pedro Leandro Ipuche, Emilio Frugoni, Fernán Silva Valdés, Carlos Sabat Ercasty, Vicente Masso Maglio, Julio Casal, Juana de Ibarbourou y Alberto Zum Felde.

En el plano educativo sobresalían Eduardo Acevedo y Carlos Vaz Ferreira. El primero fue un organizador nato, que ocupó un lugar destacado en la construcción del Uruguay contemporáneo, habiéndose desempeñado como secretario de José Pedro Varela. Fue Director de Primaria, Rector de la Universidad, ministro de Batlle, etc., destacándose en cada responsabilidad que ocupó.

Vaz Ferreira por su parte, además de erigirse en uno de los grandes pensadores del país, impulsó una eficaz labor organizativa en materia de enseñanza, a la que le incorporó finas innovaciones. Fue Profesor de Filosofía del Derecho, Decano, Maestro de Conferencias, Rector de la Universidad por tres períodos y Director primero y Decano después de la Facultad de Humanidades y Ciencias. El escritor Alejandro Michelena comentaba en uno de sus ensayos: "Al escribir sobre Vaz Ferreira no perdemos de vista que estamos bordeando uno de los estereotipos culturales del país, Ahora tal vez no tanto, pero hace dos décadas, citar al autor de "Lógica viva" en cualquier circunstancia era una necesidad, no de ser fiel a su pensamiento, sino casi una reafirmación, pertenencia y arraigo en esta margen del Plata, casi lo mismo que a nivel popular significaba -hasta esas mismas fechas- la apelación a los olímpicos del 24 y del 28, a los campeonatos del Mundo del 30 y el 50".

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